lunes, 29 de octubre de 2012

Gauguin y el viaje a lo exótico

Hasta el 13 de enero del 2013 se puede ver en el  Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid la exposición “Gauguin y el viaje a lo exótico”, dedicada a uno de los exponentes más famosos del post impresionismo y  también a otros grandes artistas de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. El corazón de la exposición son las obras realizadas por el artista en los años a Tahiti (1891 a 1893 y de 1895 a 1901) y durante sus últimos días en las Islas Marquesas (1901 a 1903), donde se encuentra su tumba. Un viaje emprendido por Gauguin para escapar de la hipocresía y de las contradicciones de la civilización europea, en busca de paisajes y personas auténticas. En ese momento su estilo cambió irreversiblemente, con los cánones de lo que se llamó más tarde el "exotismo", una corriente destinado a influir varios pintores de fama mundial como Pablo Picasso, Vincent Van Gogh y Henri Matisse, llegando hasta los expresionistas alemanes y los fauvistas franceses de inicios del 900.


Paul Gauguin tocando el armonio en el estudio de Alfons Mucha
 en la rue de la Grande-Chaumière, París 1893
Eugène Henri Paul Gauguin (París, 7 de junio de 1848 - Atuona, Islas Marquesas, 9 de mayo de 1903) fue un pintor posimpre- sionista. Jefe de filas de la Escuela de Pont-Aven e inspirador de los Nabis, desarrolló la parte más distintiva de su producción en el Caribe (Martinica) y en Oceanía (Polinesia Francesa), volcándose mayormente en paisajes y desnudos muy audaces para la época por su rusticidad y colorido rotundo, opuestos a la pintura burguesa y esteticista predominante en la cultura occidental. De sus pinturas de Martinica, opinó Van Gogh: “Formidables! No fueron pintadas con el pincel, sino con el falo. Cuadros que al mismo tiempo que arte son pecados... Esta es la gran pintura que sale de las entrañas, de la sangre, como el esperma sale del sexo”. Su obra está considerada entre las más importantes de entre los pintores franceses del siglo XIX y mantuvo su influjo por más tiempo que los impresionistas, contribuyendo decisivamente al arte moderno del siglo XX. Sus expe- rimentos sobre el color y en general el conjunto de su obra influyeron en la evolución de la pintura, tanto en Picasso como en el expresionismo alemán, y tuvieron especial impacto sobre el fauvismo (movimiento que se desarrolla entre 1898 y 1908).




Coincidiendo con la celebración del veinte aniversario de su apertura, el Museo Thyssen-Bornemisza presenta la exposición Gauguin y el viaje a lo exótico. Con la huida de Paul Gauguin a Tahití como hilo conductor, la muestra descubre de qué forma el viaje hacia mundos supuestamente más auténticos produjo una renovación del lenguaje creativo y en qué medida esta experiencia condicionó la transformación de la modernidad. La muestra comienza con las experimentaciones artísticas de Paul Gauguin en los Mares del Sur y continúa con las exploraciones de artistas posteriores como Emil Nolde, Henri Matisse, Wassily Kandinsky, Paul Klee, Ernest Ludwig Kirchner o August Macke para dar a conocer la impronta de Gauguin en los movimientos artísticos de principios del siglo XX.

Day of the God (Mahana no Atua) (1894) Oil on canvas, 68.3 x 91.5 cm - Art Institute of Chicago
Comisariada por Paloma Alarcó, jefe de Conservación de Pintura Moderna del Museo Thyssen-Bornemisza, la exposición presenta 111 obras cedidas por museos y colecciones de todo el mundo, como la Fondation Beyeler de Basilea, el Albertina de Viena, el Bellas Artes de Budapest o la National Gallery of Art de Washington, y préstamos de especial relevancia como las obras de Paul Gauguin Matamoe (Muerte. Paisaje con pavos reales) (1892) del State Pushkin Museum of Fine Arts de Moscú; Dos mujeres tahitianas (1899) del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, o Muchacha con abanico (1902) del Museum Folkwang de Essen. También destaca la contribución de la Fundación Nolde, que ha prestado seis acuarelas del artista de la serie Nativos de los Mares del Sur (1913-1914), o del Centre Pompidou de París, con una importante representación de obras del legado Kandinsky.

Matamoe (Muerte. Paisaje con pavos reales)(1892) Óleo sobre lienzo. 115 x 86 cm.
The State Pushkin Museum of Fine Arts, Moscú. Rusia.
"Acaso llegue el día, quizá muy pronto, en que me perderé en las espesuras de alguna isla de Oceanía para vivir en el éxtasis, la calma y el arte. Allí, en el silencio de las hermosas noches tropicales de Tahití, podré escuchar la dulce, murmuradora música de los latidos de mi corazón. Libre, al fin, sin problemas de dinero, podré amar, cantar y morir". Son palabras que Gauguin escribió a su mujer, Mette, en febrero de 1890. Y hasta la Polinesia francesa se marchó este artista salvaje y radical, tránsfuga de la civilización, para recuperar la inocencia, reencontrarse con él mismo, en busca de una última oportunidad de Primitivismo y modernidad.

Eugène Delacroix - Femmes d'Alger dans leur appartement  (1834)
Oil on canvas, 180 x 229 cm - Musée du Louvre, Paris
Este es el punto de partida de la exposición con la que el Museo Thyssen ha querido celebrar su vigésimo aniversario. En 2005 ya dedicó a este artista otra muestra, centrada en el papel de Gauguin en la transformación del arte europeo. Ahora «Gauguin y el viaje a lo exótico» retoma el discurso donde lo dejó aquélla vez. No es una monográfica del pintor francés, sino que explora cómo, a partir de su escapada a los Mares del Sur, el arte también quiso viajar a otros mundos y renovar así su lenguaje. Paloma Alarcó,  comisaria de la muestra, explica que la exposición "cuenta varias historias". La primera, la del propio Gauguin, "el primer viajero moderno, que lo abandona todo en busca de un nuevo rumbo del arte. Se dirige primero a Martinica; después a Tahití. Vuelve a los orígenes para dar un salto adelante". El viaje de Gauguin no es solo espacial, sino también temporal. Pero la exposición arranca con una obra de Delacroix, de su serie dedicada a las mujeres de Argel, "fue uno de los primeros artistas que intuyó lo exótico, con su orientalismo", explica la comisaria.

Canoe; Tahitian Family  (Te vaa)(1896) Oil on canvas, 95.5x131.5 cm
Hermitage Museum, Saint Petersburg, Russia
Gauguin y el viaje a lo exótico se enmarca en el contexto del debate en torno al primitivismo en el arte moderno. El interés de los artistas por explotar sus posibilidades formales y su potencial antimimético –esencial en la evolución de los lenguajes artísticos de las vanguardias– se aborda en esta exposición desde un nuevo enfoque: el de la experiencia viajera a lo exótico en el contexto del cosmopolitismo colonial. El interés de los artistas por viajar a tierras lejanas surgió a finales del siglo XVIII fruto de la pasión romántica por la aventura y de la curiosidad científica de los ilustrados. El viaje artístico al norte de África comenzó a complementar al hasta entonces obligado Grand Tour y lo exótico pasó a ser considerado no sólo un estímulo para la imaginación artística, sino también una nueva forma de enfrentarse a la vida. A finales del siglo XIX, el creciente escepticismo en la sociedad moderna desató un deseo irrefrenable de recuperar la inocencia, de rencontrarse con el propio yo fuera de los convencionalismos occidentales. Ese sentimiento excitó el deseo de viajar a los confines con la esperanza de encontrar en los lejanos paraísos no contaminados la última oportunidad de salvación.  Si hay un artista que personifica mejor que ningún otro este impulso es Paul Gauguin.

Two Tahitian Women (1899)Oil on canvas, 94 x 72.4 cm
The Metropolitan Museum of Art, New York
Hace más de seis años la exposición "Gauguin y los orígenes del simbolismo" (Museo Thyssen-Bornemisza y Fundación Caja Madrid, otoño 2004), dio a conocer el papel central de Paul Gauguin en la transformación del arte europeo, desde el impresionismo al simbolismo, a partir de un primitivismo inspirado en la cultura popular de Bretaña. Gauguin y el viaje a lo exótico arranca precisamente donde terminaba aquella muestra con la huida de Gauguin a Tahití, donde reconquistó el primitivismo por la vía del exotismo. La exposición Gauguin y el Viaje a lo Exótico aborda tres cuestiones que van interrelacionándose a lo largo de su itinerario, organizado en ocho capítulos. La primera es la figura de Paul Gauguin, cuyas pinturas icónicas, creadas a través del filtro de la Polinesia, no sólo se han convertido en las imágenes más seductoras del arte moderno sino que ejercieron una poderosa influencia en los movimientos artísticos de las primeras décadas del siglo XX, como el fauvismo francés y el expresionismo alemán. La segunda trata del viaje como escape de la civilización, que servirá de impulso renovador a la vanguardia, y el viaje como salto atrás a los orígenes, a ese estado edénico, utópico y elemental que anhelaba el primitivismo. La tercera, y última, se refiere a la concepción moderna de lo exótico y sus vinculaciones con la etnografía.

Franz Marc  - TheDream (1912) Oil on canvas, 100,5 x 135,5 cm
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid
Invitación al Viaje
El recorrido arranca con la obra de Eugène Delacroix Mujeres de Argel en un Interior (1849). Delacroix es uno de los primeros artistas en viajar al norte de África en busca de lo exótico y también un precursor en el modo de concebir la obra de arte como producto de la imaginación creadora. El movimiento rítmico y el seductor colorido de sus representaciones de Oriente serán un precedente fundamental para los artistas de la modernidad. Las escenas de la indolencia femenina que pintó Gauguin durante su periodo tahitiano  reflejan cierta influencia del exotismo de Eugène Delacroix. El pintor romántico francés fue uno de los primeros en viajar al norte de África y también un precursor en el modo de concebir la obra de arte como producto de la imaginación creadora. El movimiento rítmico y el seductor colorido de sus románticas representaciones del “esplendor del Oriente”, serían un precedente fundamental para algunos artistas de la modernidad.


Parau api (¿Qué hay de nuevo?) (1892.) Óleo sobre lienzo. 67 x 92 cm
Galerie Neue Meister, Staatliche Kunstsammlungen, Dresde
Idas y Venidas, Martinica
La breve pero intensa estancia de Paul Gauguin, junto al pintor Charles Laval, en Martinica, en el año 1887, supuso un giro transcendental en su carrera. Esta primera experiencia artística ante la espesura tropical y el encanto de las gentes de la isla cambiará definitivamente su lenguaje pictórico, que tomará forma propia en obras como el famoso Idas y Venidas, Martinica (1887) en la que el pintor compone la escena a base de pinceladas alargadas y oblicuas, deudoras todavía de Cézanne, que conceden a la superficie una textura palpitante. Junto a dicha pintura, se exponen otras realizadas por Laval, quien comparte con Gauguin la manera de aplicar la pincelada de forma decorativa
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Idas y venidas, Martinica (1887) Óleo sobre lienzo, 72,5 x 92 cm
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza
Paraíso Tahitiano
Desaparecido del mundo en el fondo de Oceanía, Gauguin se volcó en la representación de la deslumbrante naturaleza y de la cultura maorí, en proceso de desaparición, con su particular estilo sintetista, construido mediante grandes superficies de color (un color que para Gauguin hace tiempo que es la correspondencia expresiva de sus sensaciones y pensamientos), y con un profundo contenido simbólico, pinta Matamoe (1892), Dos Mujeres Tahitianas (1899) o Mata Mua (Érase Una Vez) (1892); todas ellas son ejemplos paradigmáticos de las pastorales tahitianas, escenas que recrean un mundo de antaño, perdido para siempre, en el que los hombres vivían en armonía con la naturaleza. El deterioro progresivo de su salud física y mental dio paso a un periodo en el que sus composiciones se vuelven más oscuras, misteriosas y siniestras. Gauguin empieza a percatarse de que los trópicos son una región donde el paraíso y la perdición están muy próximos, y el deseado paraíso tahitiano se transforma en el paraíso perdido
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Mata Mua (Érase una vez) (1892) Óleo sobre lienzo, 91 x 69 cm
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza
Bajo las palmeras
El mundo de la jungla se convirtió en uno de los motivos recurrentes de la temática moderna. Ese universo bajo las palmeras ofrecía a los artistas el impulso fundamental para superar la crisis de valores estéticos, morales y políticos, y para instaurar un nuevo paradigma artístico. Cuando Gauguin llegó a Tahití, al integrar lo primitivo y lo salvaje, logró acrecentar la liberación de su creatividad. Desde su anterior periodo bretón ya tenía claro que la pintura tenía que desafiar las convenciones de la imitación naturalista y servirse de las sensaciones asociadas a la contemplación de la naturaleza a través del sueño. Como puede observarse en esta sección, no sólo para Gauguin sino también para artistas como Henri Rousseau o Henri Matisse, Emil Nolde o Max Pechstein, August Macke o Franz Marc la relación con la naturaleza salvaje, real o imaginaria, se convirtió en el modo idóneo de recuperar la inocencia y la felicidad, el verdadero sentido del arte. El mundo de la jungla les brindaba a todos ellos un medio para superar la crisis de valores, estéticos, morales y políticos, y saltarse los límites del lenguaje artístico vigente
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Henri Rousseau - Tropical Landscape: American Indian Struggling with Gorilla (1910)
Oil on canvas 113,6 x 162,5 cm - Virginia Museum of Fine Arts, Richmond, Usa.
Haere Mai (Come Here!) (1891) Óleo sobre lienzo. 72,4 x 91,4 cm
 Saloman R. Guggenheim Museum, Nueva York
El artista como etnógrafo
En tiempos de Gauguin, la atracción por la alteridad que propició el desarrollo del primitivismo se pone de manifiesto en una nueva relación de los artistas con la etnografía. El primitivismo nos conecta con el otro a través de una especie de imagen reflejada en la que contemplamos algo extraño, algo diferente. Pero, omo defendía Victor Segalen, “no nos preciemos de asimilar las costumbres, las razas, las naciones, de asimilar a los demás; sino por el contrario, alegrémonos de no poderlo hacer nunca; reservémonos así la perdurabilidad del placer de sentir lo Diverso”. Lo que importa no es descubrir el sistema de la diferencia, sino la extrañeza irreductible de las culturas, de las costumbres, de los rostros, de los lenguajes. A Gauguin y a los artistas expresionistas les unió el compromiso de la diferencia, de la distancia, de una mirada “estética” frente al otro. Influidos por él, los expresionistas franceses y alemanes mantuvieron el mismo compromiso con la diferencia y establecieron también una mirada estética frente al otro que revelan obras como Muchacha con Abanico (1903) de Gauguin o la serie de Emil Nolde sobre los Nativos de los Mares del Sur (1913-1914).


Young Girl with a Fan (1902) Oil on canvas 91,9 x 72,9 cm
Museum Folkwang, Essen, Alemania.
Gauguin, el canon exótico
Paul Gauguin, el artista mítico que se hizo salvaje para encontrar una nueva visión para el arte se convirtió en el nuevo canon exótico para los expresionistas alemanes, los primitivistas rusos y los fauves franceses. Mientras que muchos de ellos, como Ernst L. Kirchner, Erich Heckel o André Derain, estudiaron el arte primitivo en los museos etnográficos, otros, como Emil Nolde o Max Pechstein, se embarcaron hacia tierras lejanas en busca del Otro. Por otra parte, la pintura de Gauguin, que renunciaba a cualquier tipología anterior se convirtió en paradigma para sus experimentaciones formales. Ahora bien, mientras que para el fauvismo el primitivismo gauguiniano era hedonista y esencialmente estético, para los expresionistas alemanes, lo exótico y lo primitivo eran no sólo una excentricidad anticlásica y antiacadémica sino también una nueva manera de vivir. Por otra parte, las diversas exposiciones de Gauguin que se celebraron tras su muerte, en el año 1903, sirvieron para dar a conocer las innovaciones de su pintura a las nuevas generaciones de artistas.


Tahitian Woman  (1898) Oil on canvas 72,5 x 93,5 cm
Ordrupgaard. Copenhague, Dinamarca.
Ernst Ludwing Kirchner - Two Nudes with Bathtub and Oven (1911)
Óleo sobre lienzo. 89 x 90 cm. Museum Frieder Burda, Baden-Baden, Alemania
La luna del sur
A comienzos del siglo xx los artistas modernos que viajaron a países lejanos abordaron lo exótico como una verdadera estrategia de vanguardia y su principal objetivo fue buscar respuesta a sus indagaciones artísticas. La experiencia estética de Wassily Kandinsky durante el viaje a Túnez en 1905 le descubrió una pintura de factura más experimental y un colorido más brillante, esencial para el futuro desarrollo de la abstracción. Diez años después, también visitaron Túnez August Macke y Paul Klee, donde lograron descubrir la liberación de la forma y del color. Matisse, por su parte, encontró inspiración en Oriente a través del arabesco, un modo de organización visual decorativa propia del arte islámico, y Robert y Sonia Delaunay reinterpretaron el folclorismo de la península Ibérica a través de su estilo de contrastes simultáneos.


Paul Klee - Red and Yellow Houses in Tunis (1914)
Zentrum Paul Klee, Berna

Wassily Kandinsky - Improvisación IV (Africano) (1909.) Óleo sobre lienzo. 107,5 x 96 cm
Städtische Galerie im Lenbachhaus, Múnich
Tabú. Matisse y Murnau
La exposición se cierra con la estancia de Henri Matisse en la Polinesia francesa en 1930, donde coincide  con el director del cine expresionista alemán F. W. Murnau que está inmerso en el rodaje de Tabú. Si Gauguin había planeado su viaje como escape de la civilización, Matisse lo proyectó como unas vacaciones de placer para intentar salir de un periodo de inquietud y desasosiego, pero terminó convirtiéndose en el punto de arranque de una nueva etapa artística. Durante el rodaje en Tautira, Matisse realiza varios dibujos del paisaje y algunos retratos de la actriz principal que se muestran en la exhibicion. Los recuerdos y ensoñaciones de Tahití se tradujeron en las experimentaciones de sus años finales con papiers découpés (papeles recortados), reverenciados como la culminación de su carrera y de su principio rector  baudelairiano: “orden y belleza, lujo, calma y voluptuosidad” y, asimismo, como el último soplo de utopía de las vanguardias.

 

Henri Matisse - Panel with Mask (1947) Gouache and cut out paper. 110 x 53 cm
 Designmuseum Danmark

Tabú es el título de una película dirigida por el director alemán F.W. Murnau en 1930, durante su etapa estadounidense, y rodada en Tahití. Comenzó siendo un proyecto codirigido por Murnau y el documentalista Robert Flaherty, que ya había rodado dos películas anteriores ambientadas en los Mares del Sur: Moana (1926), rodada en Samoa, y Sombras blancas de los Mares del Sur, en Tahití. Flaherty, sin embargo, se retiró de la producción por no estar de acuerdo con las exigencias de la productora, la Paramount, que pretendía que la película fuese protagonizada por estrellas de Hollywood.

The Sacred Mountain (Parahi Te Marae) (1892) Oil on canvas, 66 x 88.9 cm
Philadelphia Museum of Art
Te Pape Nave Nave (Delectable Waters) (1898) oil on canvas, 74 x 95.3 cm
National Gallery of Art, Washington, DC
Adam and Eve (1902) oil on canvas
Art Museum Ordrupgard, Copenhagen, Denmark
Henri Manguin - The Prints ( 1905) Oil on canvas, 81 x 100 cm
Colección Carmen Thyssen-Bornemisz
August Macke - Man with Donkey (Tunisia)(1914) )
Watercolour, 26,6 x 20,8 cm
Kunstmuseum Bern, Berna
Henri Matisse - Flowers and ceramics (1911/13)
Oil on canvas, 94 × 83 cm
Stadel Museum, Frankfurt am Main, Germany























Emil Nolde - Moonlit Night (1914) Oil on canvas, 69 x 89 cm
The Albertina, Vienna
August Macke - Landscape with Cows and Camel (1914)
Oil on canvas 47 x 54 cm - Kunthaus Zürich, Zúrich
Ernst Ludwig Kirchner - Woman Nude (Dodo) (1909)
Oil on canvas. 75,5 x 67,5 cm - The Albertina, Viena.
Emil Nolde -  Jupuallo (1914) Watercolour and ink. 47,4 x 34,9 cm
Nolde Stiftung Seebüll









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